Barrer hacia adentro
Nov 2nd, 2009 | By Editor | Category: Charlas con el MaestroEste sábado llovió y la clase la hicimos en el consultorio del Maestro. Al terminar una larga serie de tan lien nos llevó al jardÃn y dijo:
– Hay que observar la Naturaleza y aprender de ella. Yo aprendà muchas cosas trabajando con mis plantas.
Señalando una parra que trepaba varios metros hacia arriba agregó:
– Esta parra nació de un brote muy pequeño. La tenÃa en una maceta en la parte del patio donde hay más sol. Cuando creció y se puso fuerte, la llevé directamente a la tierra, en este sector donde hay menos sol. La planta trepó hacia lo alto y ahà sà recibe los rayos de sol que tanto necesita. Si la hubiera puesto en tierra en la zona más oscura del patio cuando era apenas un brote, no habrÃa crecido bien.
– Lo mismo sucede con el abono. El abono es algo bueno, pero si tengo una planta que está débil ¿le harÃa bien ponerle abono? No, le harÃa mal, porque no está lo suficientemente fuerte como para aprovecharlo y el abono terminarÃa quemándola. Hay que esperar a que se ponga más fuerte para ponerle abono.
El Maestro tomó del suelo una maceta de plástico.
– Esto antes era una botella de lavandina, ahora es una maceta. En lugar de tirar la botella a la basura, la reciclo dándole un buen uso. Hay que reciclar y tratar de prolongar al máximo la vida útil de los objetos. Esto ayuda a producir menos basura y a controlar el consumismo. Estas dos cosas le hacen muy mal al Planeta. Hay que pensar que la vida de uno no termina en los lÃmites de la propia casa. Asà como cuidamos la casa tenemos que cuidar también lo que hay fuera de casa, que también es parte de nuestra vida. El barrio, la ciudad, el paÃs y todo el Planeta es nuestro hogar.
– Por ejemplo, si limpiamos la casa, en lugar de barrer la basura hacia afuera, es mejor barrer hacia adentro. Hay que pensar que eso que estamos recogiendo con la escoba es oro.
– ¿Y qué hacemos después con ese «oro», Maestro? – preguntó un alumno.
– Lo ponemos en la bolsa de la basura y luego lo sacamos a la calle. Lo que quiero decir con esto de «barrer hacia adentro» es que hay que limpiar la casa sin ensuciar al vecino o al entorno. Mucha gente barre hacia afuera, o sacude sus alfombras por el balcón, tirándole su basura a los demás, a la vereda, a la calle. Lo que hay fuera de casa también es nuestro. Son las veredas y las calles y las plazas por las que transitamos.
– Maestro, usted siempre nos dice que hay que proteger a todos los seres vivientes, pero ahora que llega el calor ¿qué hacemos con los mosquitos y el dengue? ¿Tampoco hay que matar mosquitos? – preguntó una alumna.
– Puede ponerse jugo de limón sobre la piel. Es un buen repelente de mosquitos. Otra opción es hablarle a los mosquitos; decirles por ejemplo: «Mosquito, por favor no me piques. Yo ahora estoy practicando para conseguir la Iluminación. Si logro alcanzar la Iluminación, te prometo que voy a ayudarte para que vos también puedas alcanzar un nivel superior». Puede ser que la primera vez los mosquitos no respondan, pero hay que insistir, con convencimiento. Después de hacerlo varias veces los mosquitos entienden y dejan de molestar.
– Hay una historia que tiene que ver con esto. Un dÃa una madre descubrió con preocupación que su pequeño hijo tenÃa en la frente un mancha oscura. No era suciedad; era la piel del niño que se habÃa oscurecido. Todos los vecinos le dijeron que esa mancha era una muy mala señal. La madre consultó al astrólogo del pueblo, que dijo que al niño le quedaba poco tiempo de vida.
Desesperada, la madre fue con su hijo al monasterio en busca de ayuda. El abad aceptó al niño y, sabiendo que se trataba de un caso difÃcil, le dijo a la madre que iba a hacer lo posible. Luego de una semana de oraciones y meditación, la mancha en la frente no habÃa cambiado. Como el niño extrañaba a su madre, el abad le dijo que vaya a su casa por unos dÃas y que luego volviera al templo.
Dias después, el niño regresó y el abad vió con sorpresa que la mancha habÃa desaparecido. El abad le preguntó si habÃa tomado algún remedio o si habÃa hecho alguna buena acción. El niño era muy pequeño y no sabÃa distinguir una buena acción de una mala, pero le contó algo que le habÃa pasado el dÃa que volvió a su casa.
En su camino encontró un charco de agua. Se detuvo a mirar y vio que en el agua habÃa muchas hormigas a punto de ahogarse. Decidido a ayudar, el niño buscó una ramita y fue sacando del agua a todas las hormigas hasta dejarlas a salvo en tierra firme. El abad comprendió que este acto de salvar la vida de las hormigas habÃa curado al niño.
– Maestro, hay algunos grupos budistas que interpretan el respeto a la vida de una manera exagerada – dijo un alumno. Por ejemplo, casi no caminan para no pisar ninguna hormiga ¿usted qué piensa de esto?
– Tampoco hay que ser fanático. Creo que hay que encontrar un equilibrio. Dios creó el mundo y todos los seres vivientes siguiendo un criterio de equilibrio. Los lobos se comen a las ovejas y los sapos se comen a los mosquitos. Los humanos, que tenemos un aparato digestivo mucho más largo que los carnÃvoros, comemos frutas, verduras y cereales, etc. Cada uno ocupa su lugar manteniendo el equilibro de la Naturaleza.
Los insectos que están por todas partes y los microbios que flotan en el aire tienen que vivir, pero nosotros los humanos también tenemos derecho a vivir. No puede ser que estemos inmóviles sin hacer nada para evitar dañar a otros seres. Para vivir necesitamos comer y respirar. Lo importante es no matar y no dañar a propósito. Por eso es importante todos los dÃas hacer un balance de lo que hicimos durante la jornada y pedir perdón por aquello que hayamos hecho y que provocara sufrimiento a otros.