-Ahora que terminamos los ejercicios del comienzo de la clase –dije-, viene la parte en que el Maestro habla con nosotros. Hoy él no está aquí, pero antes de irse dijo que podíamos aprovechar este espacio para hablar sobre nuestra práctica o para hacer preguntas. ¿Alguien quiere tomar la palabra?

-Yo quisiera contarles que recibí el resultado de los estudios médicos y que estoy muy bien –dijo Angélica, muy contenta.
-Yo quisiera agradecer al Maestro y a todos los compañeros de práctica –dijo Horacio-, por esta oportunidad que me dan de ayudar. No estoy aquí para enseñar, sino para acompañar, como dice el Maestro. Quien necesite una ayuda puede contar conmigo.

-Cuando mi esposo se recuperó de su enfermedad –dijo Cinthia-, nos fuimos de vacaciones a Cuba. Todas las mañanas, a pesar del calor, yo salía del hotel a buscar un árbol para ponerme a practicar. Allá me di cuenta de que necesitaba practicar y si no lo hacía, sentía que me faltaba algo. Mi esposo me grabó mientras practicaba y luego, al regresar, le mostré el video al Maestro. Luego de mirarlo, me dijo: “Mejor practicar mal que no hacer nada”.

-El otro día estaba con mi hijo en un centro de compras buscando cosas para Navidad –dijo Eva-. Había mucha gente yendo de un lado al otro y todos muy apurados. Lo miré a mi hijo y le dije: “Yo no me siento mejor que el resto de la gente, pero no puedo evitar sentir una gran felicidad por dentro”. Y él me respondió que también se sentía feliz. Esa sensación interior hace mucho que no la sentía y se debe en gran medida a esta práctica que hacemos todos los sábados y a las enseñanzas del Maestro, que yo siento que está presente.