Pequeñas cosas

May 12th, 2018 | By | Category: Charlas con el Maestro

Al llegar a la plaza Ingrid me contó que su hermana Marta estaba sufriendo mucho. Se había roto la cabeza de un fémur y fue operada, pero ahora, en el pos-operatorio, a pesar de los analgésicos que le dieron los médicos, está muy dolorida. Por eso, hoy recitamos el mantra enfocando nuestra mente en Marta, con la intención de hacerle llegar energía positiva que la ayude a superar el difícil momento que está viviendo. Cuando llegó la hora de la charla, leímos este fragmento de “Bajo el árbol”:

 

El monje y las sobras de comida.
Un sábado, en la zona donde nos juntamos a practicar, había una enorme deposición de perro y, como no teníamos ningún elemento para recogerla, quedó ahí, generando a su alrededor un espacio que nadie quería ocupar. El Maestro dijo:
–Ustedes vieron que hay ciertas cosas que yo repito siempre. Algunos dirán: “Esto que dice el maestro no es nuevo, ya lo dijo otras veces.” ¿Por qué repito las cosas? Porque veo que todavía no se aprendieron bien. Es como en el taichi chuan; repetimos las técnicas varias veces hasta que se aprenden bien. Las palabras buenas hace falta repetirlas varias veces porque se olvidan fácilmente. Las palabras malas, en cambio, basta con decirlas una sola vez y se recuerdan para siempre.
Señalando el “regalo” del perro, agregó:
–¿Se fijaron? Esa caca de perro ocupa el lugar de un alumno. A veces la gente piensa: “Lo único que cuenta son las grandes buenas obras. Las pequeñas buenas obras no ayudan en nada.” Con esa misma lógica, también se piensa: “Hacer una pequeña mala acción no es muy importante. Lo que realmente importa son las grandes malas acciones.”
–Esta manera de pensar no es correcta. La persona que no recogió la caca de su perro debe haber justificado su conducta con un pensamiento así: “Dejar la suciedad de mi mascota en un lugar público es una pequeña falta que no hace demasiado daño; lo realmente grave son las grandes faltas.” Ese razonamiento no tiene en cuenta que todo lo grande está formado por un montón de pequeñas cosas. Por eso son tan importantes los pequeños detalles.
–Les voy a contar una historia. Había una familia que solía desperdiciar la comida. Al terminar de comer, los miembros de esta familia dejaban comida en los platos que, al ser lavados, se iba por el drenaje. No muy lejos de esa familia vivía un monje. Frente a su casa corría el agua del drenaje, y él recogía todos los días las sobras de la comida, las lavaba, ponía a secar y luego las guardaba en una bolsa. El tiempo pasó y hubo una gran sequía. El alimento empezó a escasear. Entonces el monje fue a visitar a la familia y les entregó la bolsa diciendo: “Este alimento es de ustedes. Son las sobras que tiraron todos los días durante los últimos meses.” Los dueños de casa estaban asombrados al ver lo grande que era la bolsa. No podían creer que ellos hubieran desperdiciado tanta comida.
–Una vez un amigo me invitó a cenar y yo comí hasta dejar mi plato
limpio. Mi anfitrión dijo: “Parece que tenías mucho hambre, Chao.” Yo le expliqué que lo mío no era hambre, sino respeto por la comida que él me había ofrecido. Hay que pensar en todo el tiempo y el esfuerzo que hay detrás de los alimentos que llegan a nuestra mesa, en el trabajo de sembrar, cuidar y cosechar el fruto de la tierra, que lleva como mínimo cien días.
–Al igual que el alimento, tampoco hay que desperdiciar las buenas
acciones. Si nuestro perro ensucia la calle, la limpiamos. Si el espacio para estacionar es escaso, tratamos de ubicar nuestro auto para que quede espacio para otro más. De esa manera estamos ahorrando buenas acciones.
Mucha gente piensa sólo en ahorrar dólares, euros u oro. Pero todo eso es efímero.
–¿Entonces, no hay que ahorrar dinero? –preguntó un alumno.
–Sí, hay que ahorrar, pero con inteligencia. Es importante controlar el consumismo, no derrochar y saber ahorrar. Pero también hay que saber que la riqueza material no es para siempre. Al terminar esta vida no vamos a poder llevarnos el dinero ahorrado. En cambio, sí, vamos a llevarnos todos los buenos méritos que hayamos cosechado. Por eso es importante actuar correctamente, con respeto y amor hacia el prójimo. Muchos dicen:
“Si yo doy a los demás, termino perdiendo.” Desde el frío punto de vista de las matemáticas, esto puede ser cierto, pero en la vida real es diferente, pues todo lo que uno da, luego vuelve. El que da respeto, recibe respeto, y el que da amor, recibe amor.
–Por eso hay que saber dar, pero sin esperar recompensa. A veces
la recompensa viene en esta vida, y a veces viene en la siguiente, pero siempre viene.
 

 

-Este texto me recuerda algo que siempre dice el Maestro –dijo Horacio-: Las cosas pequeñas hacen cosas grandes. Siempre repite esta idea, que también aparece en el cuento del monje y las sobras de comida. Solemos no darle importancia a las cosas pequeñas, pero cuando éstas se suman, hacen algo muy grande. Lo mismo ocurre con las acciones. Uno no siempre piensa en las consecuencias de las propias acciones. Cuando estoy meditando a veces voy hacia atrás y observo las cosas que hice durante el día y me tomo conciencia de las consecuencias que pueden generar y me doy cuenta de que en el momento en que las hacía no me daba cuenta de esto. Ahí me doy cuenta de que debía haber hecho las cosas de otra manera. Es importante pensar antes de hacer las cosas y también, antes de decir las cosas. Porque las palabras a pesar de ser intangibles, pueden hacer bien o hacer daño al otro. A veces por las preocupaciones de la vida cotidiana no nos damos cuenta de estas cosas “pequeñas”, pero es importante detenernos y pensar bien qué estamos haciendo y qué estamos diciendo.

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Resumen de lo hablado durante la clase del 12 de mayo de 2018. Se prohíbe la reproducción total o parcial de este texto sin previa autorización del autor

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