La moral del arte marcial

Jul 20th, 2019 | By | Category: Charlas con el Maestro

-Hace poco se conoció la noticia del hombre que mató a un taxista durante una discusión callejera –dijo el Maestro-. El asesino practicaba karate. Y esto nos hace reflexionar sobre la moral en las artes marciales. En nuestra Escuela aprendemos artes marciales para fortalecernos, para defender nuestra vida y para proteger al más débil. No aprendemos artes marciales para lastimar al más débil. No lo hacemos para buscar pelea con los demás, como esa gente que constantemente necesita medirse con otros para saber cuál es su nivel. Al mismo tiempo que fortalecemos el cuerpo, fortalecemos la mente para ser capaces de controlar la propia ira, de ser más humildes, de desarrollar la misericordia y ayudar a toda la gente. De esta manera nuestra práctica tiene buen sentido. Las técnicas que aprendemos no son para andar probándolas con todo el mundo; son para guardar y para sentir confianza en los propios recursos.

-Al hacer el segundo movimiento de tan lien algunos alumnos mueven sólo los brazos. Eso no es correcto. El movimiento nace del cuerpo y se expresa a través de los brazos y las manos. En 1986 mi hija mayor, recién llegada al país, ingresó a una escuela primaria argentina y no conocía el castellano. En la escuela había un chico que la molestaba y le pegaba. Yo fui a hablar con la maestra y durante un tiempo ese chico dejó de molestar. Pero luego volvió a molestarla. Entonces, le dije a mi hija que iba a tener que aprender a defenderse. A mis tres hijas les enseñé el golpe de revés, el segundo movimiento de tan lien. Practicaban todos los días, golpeando un almohadón. Un día en el que ese chico la molestó, mi hija se defendió y nunca más volvió a tener problemas.

-Yo quisiera contar algo que me pasó –dijo Luis-. Venía para acá manejando mi auto y al doblar en una esquina pasé muy cerca de una moto que también estaba doblando. El motociclista se enojó conmigo y empezó a gritarme e insultarme. Yo le respondí de la misma manera y así anduvimos bastante por la calle, él en la moto y yo en mi auto. De pronto me di cuenta de lo ridículo de esa situación. Entonces, en un momento en el que un semáforo nos detuvo, bajé la ventanilla y le dije: “Disculpame”. El tipo habrá interpretado mi frase como sarcasmo y siguió discutiendo. Entonces, insistí: “Te pido disculpas de corazón”. El otro cambió la mirada y me respondió: “No, disculpame vos” y ahí terminó la discusión y cada uno siguió su camino contento. Me ayudó mucho el darme cuenta de lo absurdo de la situación y pude cambiar el curso de los acontecimientos.

-Muy bien –dijo el Maestro-. Si hay dos autos y los dos se creen con derecho a avanzar y ninguno cede, ambos van a chocar. Por eso, es mejor ceder un poco ¿para qué sirve chocar?

-En general en la calle la gente camina llevándose por delante a los demás –dijo Elida-, por eso cuando veo que los demás no desvían su rumbo, yo trato de esquivar, para no andar chocando.

-Yo tomo el colectivo todos los días –dijo Angélica-, y tengo la costumbre de subir y saludar al conductor con un “Buen día”. El conductor a veces responde el saludo y otras veces, con cara amargada se limita a preguntar: “¿Hasta dónde va?”. Cuando bajo, voy hasta la puerta de adelante y le digo: “Bueno, muchas gracias por traerme. Chau”. Y ahí reaccionan y responden bien y agradecen.

-Años atrás –dijo el Maestro-, cerca de mi consultorio había una remisería. El remisero ponía frente a su local unos conos naranjas para que nadie estacione el auto en ese espacio. Yo estacioné mi auto justo al lado y, en una de las maniobras, empujé uno de los conos. El tipo vino hacia mí muy enojado y gritándome toda clase de cosas. Yo me limité a mirarlo con una sonrisa. Cuando terminó de gritar y regresó a la remisería, bajé del auto y entré a mi consultorio. Al día siguiente, cuando llegué, el señor estaba limpiando su auto y yo le dije con una sonrisa: “Buen día”. El tipo me miró sin saber qué decir. Al otro día volví a encontrarlo en la calle y repetí mi saludo. El me respondió: “Buen día”. Al tercer encuentro, no tuve tiempo de decir nada; él me dijo primero “buen día”. Tiempo después, pasé frente a la remisería. En la puerta estaba este señor charlando con otro hombre. Saludé y seguí mi camino, pero pude escuchar al remisero diciéndole a su amigo: “Es muy buena persona”.

-Es importante detener el conflicto antes de que crezca. Antes de que en la mente de uno y en la del otro crezcan pensamientos negativos o de odio. Esta es una manera de cuidar el octavo sentido y también la convivencia con los demás. Hace muchos años un alumno avanzado, Javier,  me pidió permiso para enseñar taichi chuan. Enseñaba aquí mismo, pero los días domingos. Una mañana apareció un tipo que quería enseñar artes marciales en el mismo sitio y le exigía a Javier que se vaya. Javier me consultó y yo le sugerí que no pelee. Que se traslade a la plaza de enfrente, donde hay un árbol muy antiguo y con muy buena energía. Le dije que esa persona se comportaba como esos niños caprichosos que ven a otro chico con un juguete y quieren quitárselo. No es que quieren el juguete; simplemente quieren tener lo que tiene el otro. Javier siguió mi sugerencia y se mudó a la plaza de enfrente. Al poco tiempo, el otro no volvió a aparecer y Javier volvió a ocupar este espacio con sus alumnos. 

-Nuestra práctica ayuda a ampliar el corazón y a aceptar todo. De esta manera, evitamos conflictos y construimos un mejor vínculo con todos los seres que nos rodean.


Resumen de las palabras del Maestro Chao Piao Sheng durante la clase del 20 de julio de 2019. Se prohibe su reproducción sin autorización del autor.

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