La piedad filial de Yang-Fuu

Jul 2nd, 2023 | By | Category: Charlas con el Maestro

Primera parte

Había un erudito en tiempos de la dinastía Ming llamado Yang-Fuu. Su padre había muerto cuando era muy joven, y vivía junto a su madre, dependiendo el uno del otro. Yang-Fuu deseaba de corazón dedicarse al camino espiritual, y esperaba alcanzar el éxito en un futuro cercano, liberándose de las ataduras del mundo terrenal. Un día, escuchó que en la provincia de Szechuan había un monje, el Gran Maestro Wu-Chi, que había alcanzado la Iluminación. Yang-Fuu sintió mucha admiración por este monje, y decidió ir a visitarlo para conocerlo en persona. Por lo tanto, sin importarle si alguien podía o no cuidar a su madre, se puso la mochila, se despidió de ella y emprendió el largo viaje.

A mitad de camino, salió a su encuentro un anciano monje, quien parecía que hubiera estado esperándolo. El monje le dijo: «A mi tuo foo. ¿Hacia dónde te diriges, hijo mío?». Yang-Fuu le respondió: «He oído decir que el Gran Maestro Wu-Chi tiene un alto nivel espiritual, quiero ir a conocerlo». El viejo monje, riendo, le dijo: «¿Así es que quieres ir a conocer al Gran Maestro Wu-Chi? ¡Pero eso no se compara con ver al Buda Viviente»! Yang-Fuu exclamó: «¿Ver al Buda Viviente? ¿Y dónde se encuentra Buda?». El anciano monje le respondió: «Tan lejos como el Paraíso, y tan cerca como tu hogar». Luego agregó: «Solo debes volver sobre tus pasos y dirigirte hacia el este. En un momento dado verás a una persona cubierta con una colcha y calzada con unas pantuflas, la izquierda en el pie derecho y la derecha en el izquierdo. Esa persona es el Buda Viviente, al que debes presentar tus respetos.»

Al oír esto, Yang-Fuu se alegró mucho. Y despidiéndose del anciano monje, se puso rápidamente en camino. Ya era medianoche cuando llegó a la puerta de su casa, y todavía no se había encontrado con ninguna persona cubierta con una colcha y calzada con pantuflas puestas al revés. Un poco confundido, tocó la puerta y dijo: «¡Abre la puerta! ¡He vuelto a casa!». La madre estaba en ese momento durmiendo. Al escuchar que había vuelto su hijo, al que tanto extrañaba, se puso muy contenta. Tan feliz estaba, que fue corriendo a abrirle, y lo único que pudo ponerse para cubrirse fue la colcha y además, por el apuro, se puso la pantufla derecha en el pie izquierdo y la izquierda en el derecho.

Cuando abrió la puerta, Yang-Fuu vio a su madre cubierta por una colcha y con las pantuflas puestas al revés. Entonces, súbitamente, comprendió todo y, arrodillándose y llorando amargamente, dijo: «Madre, tu hijo no tiene piedad filial… no debería haberse ido dejándote sola en casa. A partir de este momento, tu hijo ciertamente te mostrará el máximo respeto y amor filial.» Y así lo hizo Yang-Fuu, acompañando a su madre día y noche, y obedeciéndole siempre hasta su muerte.

Segunda parte

Luego, Yang-Fuu llevó una vida errante, practicando espiritualmente con devoción y a la vez tratando de encontrar a otra persona parecida a su madre, para poder cuidarla… ¡Esto sí que es tener piedad filial! Estuvo buscando durante tres años sin éxito, y finalmente volvió mendigando a su pueblo. Justo cuando estaba llegando a un punto de extrema pobreza, apareció una mendiga, que pedía limosna como él. En ese tiempo, Yang-Fuu estaba muy flaco, parecía marchito y enfermo. Ni bien vio a la mendiga, recobró la energía al sentir que era muy parecida a su madre, e insistió en reconocerla como tal. Finalmente, la anciana mendiga aceptó, diciendo: «Muy bien, tú quieres reconocerme como tu madre, entonces, cuando oigas que te digo que hagas algo, debes hacerlo». Yang-Fuu aceptó y se quedó con ella.


Texto traducido del chino por Andrés Coratella y leído durante la clase del 1º de julio de 2023

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