Tiempos difíciles
May 16th, 2024 | By Editor | Category: Charlas con el Maestro-¿Cómo hacer los ejercicios y sentir más energía? –preguntó el Maestro-. Si utilizamos pesas pareciera fortalecemos los músculos. Si al hacerlo no utilizamos bien la respiración, cuesta para cargar energía. Nuestros ejercicios los realizamos con el aire nada más, como danzando con el aire. Así se obtiene más energía. ¿Ustedes lo notan? Hace ya dos semanas que venimos practicando, numerando cada movimiento que realizamos. ¿Para qué? Para lograr mayor concentración. Cada uno llega bien a cada lugar. Indicando 1,2,3,4 todos juntos realizan el ejercicio más ordenado y no sucede que algunos lo hacen mas rápido. Por eso es importante practicar para la mente. Sanar la mente, sanar el cuerpo.
En general la gente se enferma porque complica su mente. Por eso no hace falta utilizar aparatos. Esta completo con nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo está preparado de forma muy completa para tratar enfermedades. En general todos buscan afuera. Nuestro cuerpo puede tratar o ayudar a recuperar. La mayoría no estudia su propio cuerpo, sino que busca afuera. Nuestra práctica es interna. Busca conectar con nuestro cuerpo interno. Para entender cómo funcionamos, para sanar de verdad. Al mismo tiempo sanar la mente y el cuerpo. Cuando sanas mente y cuerpo, es como la Naturaleza. Sanar muy bien la mente hasta que esté quieta, estimulamos nuestro espíritu. Esto que es tan sencillo le cuesta a la gente. Parece les resulta más fácil hacerlo de modo complicado.
Mañana es la ceremonia del Baño de Buda en Arribeños 2275 a las 15 hs. ¿Qué significa esta ceremonia? Es para limpiar la mente. Limpiar uno mismo. Al buda no le hace falta que nadie lo limpie (risas). Por eso conviene ver la ceremonia, ver como se hace y ver si se contagian de tranquilidad. Un contagio bueno (risas). Ahora Angélica va a leer un texto mío.
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困難時期
Tiempos difíciles
Quisiera seguir contándoles cómo fueron mis primeros tiempos en la Argentina. Al principio fue realmente muy duro, pues no conocía el país, ni el idioma, ni a nadie. Cualquier paso que quería dar era muy difícil para mí. Yo traje una cierta cantidad de dinero, alrededor de 50.000, con la intención de guardar la mitad por si no conseguía trabajo, para poder vivir.
En un primer momento, me hice amigo de un taiwanés que conocí acá, quien me ayudó a hacer los trámites de inmigración. Él me alquiló una habitación arriba de su supermercado. Mi primera idea fue alquilar un departamento, pero me fue imposible, ya que en todos los lugares me exigían un garante. Como no tenía forma de dar ninguna garantía, les ofrecí pagar los dos años por adelantado, pero tampoco lo aceptaron. Por lo tanto, decidí comprar una casa. Como en ese entonces estaban aquí mis padres, y ellos tenían tiempo libre, les pedí que buscaran por la calle viviendas en venta. Dado que no sabían el idioma, les mostré las letras que tenían que ver en los carteles para darse cuenta de que un inmueble se vendía y no que se alquilaba. Y les pedí que anotaran los números de teléfono que aparecían. Ellos me trajeron estos números y entonces le pedí al hijo de mi amigo para que me ayude a llamar y preguntar cuánto salía cada vivienda.
Finalmente, pudimos comprar una casa muy vieja, de 85 años, a tres cuadras de donde vivía en ese momento. Algunas paredes eran de adobe, así que tuvimos que hacer muchísimos arreglos. Carlos me ayudó a organizar y armar las divisiones para poner un consultorio. Luego de dos años de vivir ahí, subió mucho la inflación, entonces Carlos me recomendó vender la casa rápidamente, porque de lo contrario se iba a desvalorizar mucho. Consulté con un taiwanés que tenía una inmobiliaria, y luego de seis meses pudimos vender la casa. Carlos me recomendó también que la mitad del dinero de la venta la mandara a Taiwán, para que no se desvalorizara, y la otra mitad la dejara en el banco. También me ayudó a buscar un departamento para alquilar, y él mismo salió como garante. Pero en 1988, con la hiperinflación, todo se complicó aún más, y mi familia de Taiwán me llamaba, diciéndome que dejara todo y volviera.
Fue en ese momento cuando un amigo taiwanés, que tenía una verdulería, me propuso hacer un viaje a España, para ver si podíamos encontrar trabajo y mejores condiciones de vida en aquel país. Así que hicimos ese viaje, durante 35 días. Nos movíamos en ferrocarril: dormíamos a la noche en el tren, y en el día conocíamos distintos lugares, ya que viajamos por varios países. En España vimos que no era tan fácil establecerse. Hablamos con un taiwanés que tenía un restaurante. Este hombre tenía hemiplejia, así que le ofrecí tratarlo sin cobrarle, con la condición de que me dejara dormir en su casa para poder conseguir trabajo, y también quizá mandarme pacientes para que yo los tratara. Pero no quiso aceptar, así que nos fuimos y seguimos buscando. Incluso fui a un ente oficial con el objetivo de averiguar qué era lo necesario para poder establecerse en ese país. Pero las condiciones eran muy altas, como, por ejemplo, invertir inicialmente cien mil dólares; monto del cual yo no disponía. Entonces fuimos a Austria, y nos gustó mucho porque el nivel de vida era muy parecido al de Suiza, pero el costo era alrededor de la mitad. Hablamos con un taiwanés que tenía un restaurante ahí, y nos dijo que quizá era posible hacer los trámites para quedarse a vivir y trabajar. Entonces llamé por teléfono a mi señora, que estaba en Argentina con mis hijas, y le conté que ahí había una buena posibilidad. Lo primero que hizo fue preguntarme cómo era el clima en invierno. Yo, que ya había averiguado todo, le dije que en los días más fríos hacía 28 grados bajo cero. Enseguida me dijo que me olvidara de ese país, porque a ella le parecía que era demasiado frío para vivir. Volvimos entonces con mi amigo a España, a la ciudad de Madrid, y continuamos buscando, cada día caminando y caminando para encontrar algún trabajo y un lugar para vivir. En un hotel, pretendían cobrarnos el uso del baño cada vez que lo necesitáramos, ya que estaba afuera de las habitaciones. Dejamos las valijas ahí, y pudimos encontrar otro lugar que, por el mismo precio, nos permitiera tener un baño privado. De todas formas, no fue fácil encontrar trabajo, las condiciones eran muy difíciles y además yo había llevado muy poco dinero, tan solo mil novecientos dólares, así que tuvimos que volver a la Argentina.
Cuando volvimos, seguimos buscando con mi señora una casa para alquilar, en Belgrano, pero la zona era muy cara. Sin embargo, al 800 de Cabildo encontré una casa, donde pudimos incluso hacer divisiones para atender pacientes. Estuvimos ahí alrededor de dos años. Luego un amigo me propuso abrir un restaurante vegetariano en la avenida Maipú, en Vicente López. Al principio nos fue muy bien, era tenedor libre. Iba mucha gente, pero no daba tanta ganancia. Al tiempo, mi socio se fue a Japón, y como vio que allá la calidad de vida era mucho mejor, terminó quedándose, junto con su mujer y su hijo. Nosotros nos quedamos un poco más con el restaurante. En un momento, el cocinero se tomó una semana de vacaciones. Entonces, yo avisé a mis pacientes que me iba a tomar una semana de vacaciones, y fui a reemplazar a ese cocinero: en un día aprendí lo necesario, y luego cociné sin ningún problema. Hice incluso variaciones a algunos platos, y la gente estaba muy contenta.
Al final, vendimos el restaurante. En esa época, vivíamos en lo que hoy es el consultorio. Mis hijas ya estaban más grandes y nos dimos cuenta de que no había mucho lugar. Entonces hablé con mis padres para pedirles si me podían prestar dinero con el fin de comprar una casa. Ellos hablaron con mis hermanos y me prestaron el dinero, con el que pude comprar mi casa actual. Fue una época muy difícil, tuve que trabajar mucho para poder devolver ese dinero, me llevó unos diez años hacerlo.
Por eso, venir a la Argentina y establecernos acá no fue nada fácil, costó mucho esfuerzo y sufrimiento. En total me mudé siete veces estando acá. A tal punto que el hermano de mi esposa nos decía «¿A dónde les tengo que enviar las cartas? ¡Siempre están cambiando de dirección! Se parecen a los nómades mongoles». Ya comenté en otra oportunidad que cada cambio de vivienda implicó la pérdida de muchos pacientes, porque a pesar de que les enviaba cartas informándoles del cambio, muchas se perdían. En general, en cada cambio, mantenía solo el 20% de los pacientes.
Luego de comprar la casa, estuvimos seis meses haciendo arreglos y reparaciones. Al poder tener una casa ya nuestra, pudimos tener más tranquilidad, y desde el año 1990 pude empezar a atender a mis pacientes en el consultorio que ustedes conocen. Lo que quiero mostrarles con todo esto que les cuento es cuánto tuve que luchar para poder salir adelante. Una vez una paciente me dijo que estaba muy enojada con todos los extranjeros, porque venían al país a sacarles el dinero y el trabajo a los argentinos. Yo le respondí que no todos los casos son así, que en general el venir acá a trabajar y establecerse desde cero implica muchas complicaciones y esfuerzos. Además, en el verano, muchos argentinos se van de vacaciones, pero los extranjeros nos quedamos, para seguir trabajando, aunque haya menos clientes. Al oír esto, la señora ya no dijo más nada.
Mi maestro me mandó acá, y para mí, eso significaba cumplir sí o sí su voluntad. Hasta hoy, sigo trabajando y esforzándome, a pesar de todas las dificultades que hubo y que sigue habiendo. Yo vine acá solo para cumplir mi misión, no para obtener ninguna ventaja. Mi único deseo es que mis alumnos y discípulos aprendan bien las técnicas que les enseño. Les pido que practiquen con tranquilidad, paciencia y devoción, y van a lograr un gran cambio en sus vidas.
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-No saben lo difícil que fue esa parte de mi vida. Además, yo nunca había tomado un avión en Taiwán. De golpe parece que me hubieran puesto en un cohete a otro planeta. Un lugar tan desconocido. Como si hubieran tirado una semilla para que brote sola. Por eso fue tan difícil. Pero yo luche tanto ¿Al final para qué? Para ustedes.
Hoy estoy luchando todavía. La mayoría vino a Argentina para hacer negocios y dinero. Yo vine para ayudar a los que sufrían alguna enfermedad. Brindar una ayudad espiritual. Practicar para sanar el cuerpo. Las dos están relacionadas. Yo no pienso en otra cosa. Intento ayudarlos. Por eso lo comento mi historia para que puedan comprender. Una práctica con sinceridad. Yo siempre les digo que no sé cuánto tiempo más pueda enseñar. Nadie sabe. Por eso tienen que aprovechar. La vida es tan variable. Por eso hay que aprovechar que en esta vida tenemos afinidad para hacer lo mejor posible.
Recién hablé de la diferencia de practicar en el aire o con aparatos.
-Tiene sus beneficios practicar con algo – dijo Darío-. También tiene sus beneficios practicar solo con el aire. Creo que con el aire uno desarrolla más velocidad, ya que no hay nada que nos frene. Por eso para mi uno debe tener mayor control del cuerpo. Por el contrario, si practico con una bolsa, al tirar un golpe, la bolsa me está frenando y me ayuda a detener mi movimiento.
Además, que si no lo hago bien, me puedo lastimar el hombro o el codo. En cambio, con el aire no hay rebote y el movimiento no se corta. Si además uno pone la mente, el efecto es mayor. Desde un aspecto fisiológico, si uno golpea algo choca. Donde va la sangre va la energía. Y la sangre en el momento de contacto, no estaría circulando y se estaría cerrando el paso de la energía. En cambio, al no haber algo que me choque y me haga contacto, el paso de la energía no se corta. Entonces circula bien hasta el ultimo tramo de mi cuerpo y mas todavía. Si uno lo repite se genera como campo de energía alrededor que es palpable. Se siente como un aura alrededor de energía. Tiene muchos beneficios practicar con el aire. Además, no te cansas. Podes golpear 100 veces sin cansarte. Con la bolsa quizá con 50 veces ya sentís una molestia o cansancio por acumulación de ácido láctico. Con el aire no. Respetando la respiración y la técnica uno puede estar, si tiene tiempo, todo el día. Y de esa manera se fortalece la mente. Porque lo que se cansa primero, antes que el cuerpo, es la mente. Porque no hay límite. Entonces uno dice: “estoy practicando y ya hice 5000 veces la técnica, mejor me voy a ver la tele o me voy a comer”. Si uno no le presta atención a eso, hace 5000, 6000 y así sucesivamente. Primero se cansa la mente. Luego se cansa el cuerpo. Este ejemplo está bueno para otras situaciones. Cuando una persona esta deprimida se levanta y está cansada. No hizo nada ¿Entonces que se cansó? ¿El cuerpo o la mente? Se canso la mente. Si se cansa la mente, se cansa el cuerpo. El cuerpo es lo último que se cansa. La mente piensa: “no puedo, no quiero, ¿para qué me voy a esforzar, con qué objetivo?”. Por eso lo importante es fortalecer la mente. Fortalece la mente y como consecuencia la locomotora arrastra al vagón, que es el cuerpo.
-Gracias Darío – dijo el Maestro. Cuando mi maestro me enseñaba, a veces le preguntaba si la práctica con aparatos podía ayudar. Hay gente de karate o tae kwondo que golpea cosas duras como madera. Mi maestro mi dijo que golpear al aire es lo más fuerte que hay. Cuando el sukong fue a Japón ningún oponente pudo vencerlo. Incluso distintos décimos danes de varios estilos intentaron, pero no pudieron vencerlo. Todos caían enseguida. Más lindo que Bruce Lee en las películas (risas). Por eso no hace falta practicar con aparatos. La fuerza de la energía es la más fuerte que hay. No es la fuerza física. Nuestra práctica es la fuerza de la energía. Es muy importante esto.
-Usted me dijo que “la energía rompe a la roca y no la roca rompe a la energía” – dijo Darío.
–Es cierto –dijo el Maestro-. Y ahora vamos a practicar.
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Resumen de la charla del Maestro Chao Piao Sheng durante la clase del 11 de mayo de 2024.
Prohibida su reproducción sin autorización del autor.
Desgrabación: Andrés Finkelstein.