Practicar para entender nuestra filosofía
Jun 8th, 2024 | By Editor | Category: Charlas con el Maestro-Cuando hacemos los ejercicios tenemos que prestar atención a los detalles -dijo el Maestro-. Nuestros ejercicios involucran todo el cuerpo, no partes aisladas del mismo. Utilizamos todas las articulaciones, y así entendemos cómo funciona la estructura corporal. De lo contrario usaremos 100% de fuerza con 50% de efectividad, y esto no conviene.
Además, de esta manera la persona se cansa más, nuestras células se mueren en mayor cantidad. Esto sucede porque nuestra respiración no manda oxígeno a todas las partes del cuerpo, y aparece la contractura por falta de aire.
Cuando utilizamos el cuerpo en su conjunto, nos cansamos menos y a su vez utilizamos mejor la fuerza, recuerden esto para prestar atención en cada detalle de los ejercicios. Ahora vamos a leer algo que escribí y que Andrés tradujo del chino:
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孝道典範
Modelo de piedad filial
El día del cumpleaños del padre, su hijo aprovechó la oportunidad para llevarlo con mucha alegría a cenar a un hermoso restaurante vegetariano.
Su padre era muy anciano y frágil; le temblaban las manos, y caminaba muy lentamente, arrastrando los pies paso a paso. Le resultaba muy trabajoso caminar, pero su hijo lo sostuvo para ayudarlo y dijo con una sonrisa: «Ya casi llegamos papá, ¡muy bien!».
Al caminar entre las mesas, el anciano ocupó todo el pasillo y sin querer bloqueó a un grupo de jóvenes que venían detrás de él. Uno de los jóvenes dijo con impaciencia: «Por favor, ¿puede dejarme pasar primero?». El anciano se hizo a un lado, bajó la cabeza y los dejó pasar. El joven que había hablado giró la cabeza y los miró fijamente, con una mirada de manifiesta repulsión. El hijo inmediatamente se interpuso entre su padre y el joven y dijo con una sonrisa: «Vamos papá, ya casi llegamos a nuestra mesa».
El anciano padre, jadeando y sudando copiosamente, con mucho esfuerzo se sentó.
El hijo pidió algunos platos y dijo alegremente: «Aquí sirven unos platos exquisitos y saludables. Además, son nutritivos y no son pesados, así que puedes comerlos tranquilo».
Los platos iban llegando uno tras otro. Mientras comía, el anciano iba desparramando la comida sobre su camisa y su pantalón, cayendo por todo el suelo. También hacía algunos ruidos de vez en cuando. Se podía ver que hacía grandes esfuerzos por controlarse, pero sus manos temblorosas estaban completamente fuera de control y le resultaba muy difícil llevarse la comida a la boca. Sin embargo, no le gustaba que lo ayudaran, por lo que el hijo ignoró lo que ocurría, y, con una expresión de felicidad en su rostro, simplemente charló con él mientras cenaban.
Los jóvenes comensales a su lado los miraron con odio, mostrando una expresión de profundo disgusto en sus rostros. Pero el hijo, con una serenidad inigualable, continuó acompañando felizmente a su padre. Esas sonrisas genuinas son una señal de sinceridad natural y no son actuadas en lo más mínimo. Esta piedad filial demostrada por el hijo, tan cálida, fue trayendo a su vez calidez lentamente en todo el restaurante.
En medio de la comida, el anciano padre quiso ir al baño. Apoyándose en su hijo, caminó lentamente y con mucha dificultad, hasta que finalmente llegó al baño, el cual era blanco y brillante. Pero ni bien llegó, ya no pudo controlarse, y orinó en todas partes. El hijo encontró el lampazo y rápidamente limpió el lugar. Luego sostuvo a su padre para que pudiera caminar sin caerse, y regresaron juntos con alegría a sus asientos.
Durante toda la cena, de principio a fin, el hijo mantuvo siempre una sonrisa en el rostro sin sentirse avergonzado en absoluto. Luego de cenar, en silencio y con cuidado, ayudó a su padre a quitar los restos de arroz, limpiar las manchas, arreglar su ropa, peinarse y ponerse los anteojos. Después le preguntó: «Papá, ¿ya has terminado de comer?». Ante el asentimiento de su padre, el hijo, con una franca sonrisa, dijo: «¡Muy bien! ¡Entonces nos vamos a casa!». La calidez de esa sincera sonrisa inundó todo el restaurante.
Cuando se levantaron de la mesa y caminaron hacia el mostrador, todo el restaurante los miraba en silencio. Después de que el hijo hubo pagado la cuenta, en el preciso momento en que estaba a punto de salir con su padre, un anciano que se encontraba cerca lo llamó y le preguntó: «Disculpe, ¿no siente acaso que ha dejado algo?». A lo que el otro respondió: «No, señor. Creo que no me he olvidado nada.».
El anciano se levantó y le dijo: «Sin embargo, sí has dejado algo: has dejado a cada hijo un ejemplo, un modelo de agradecimiento; has dejado esperanza, dignidad y calidez a cada padre. Muchas gracias por habernos dejado algo tan valioso.»
Todos en el restaurante guardaron un absoluto silencio, y luego, asintiendo con la cabeza, dieron un estruendoso aplauso.
Tú me cuidaste en mi niñez,
yo te cuido en tu vejez.
Tú me acompañaste al hacerme grande,
yo te acompaño al hacerte viejo.
Los hijos deben servir y cuidar a sus padres, y las nueras deben hablar en voz baja y ser complacientes cuando van a la residencia de sus suegros.
En la obediencia filial, lo más difícil es mirar con buena cara a los padres. Muchas personas están dispuestas a apoyar a sus parientes mayores, pero no lo demuestran en absoluto en sus gestos o miradas. El contradecirlos, o los gestos de disgusto, desprecio y desdén, son como espadas muy afiladas que perforan profundamente el pecho de los padres, causándoles un dolor desgarrador.
No es fácil para los padres criar a sus hijos, así que cuando tus padres envejezcan, ten más paciencia y cuídalos.
¡No los desprecies por la lentitud de sus movimientos! ¡No te enfurezcas cuando esparzan la comida sobre la mesa! ¡No muestres desdén porque no pueden controlar la orina! Al fin y al cabo, así es como crecemos todos, y nadie puede evitar el envejecimiento.
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-Nuestra práctica incluye una filosofía de vida -dijo el Maestro-. Los ejercicios nos ayudan a sanar el cuerpo y la mente mejorando nuestra calidad de vida. Por eso, al realizar los detalles pequeños que están presentes dentro del taichi chuan, también lograremos comprender nuestra filosofía de vida.
Si no se practica, se pierden los detalles pequeños. Hay que mantener la práctica para estimular el cuerpo y la mente.
En una discusión pierde la persona que no puede abrir su mirada. Por eso nuestra práctica nos ayuda a ampliar e integrar nuestra filosofía de vida con paciencia y concentración.
Andrea, que leyó el texto, agregó unas palabras:
-No creo que fuera casual que me tocara leer este texto, me emocionó profundamente. Cuando en enero de este año me quedé sin trabajo, no solamente estaba preocupada por esa situación sino también por el cuidado de mi mamá en su vejez. Lo que leí en el texto es el fiel reflejo de mucho de lo que sentí al cuidar a mi madre.
Al pasar el tiempo comprendí que si no me hubiese quedado sin trabajo, no hubiera tenido el tiempo para cuidar a mi madre. A partir de este hecho puedo encontrarme con la paciencia y la gratitud, y entender que es una gran oportunidad que me da la vida para devolver un poco lo que nuestros padres hicieron con nosotros.
-Las palabras que nos dice el Maestro, si uno las recuerda y las medita en el momento oportuno, nos sirven para muchas situaciones de la vida -agregó Horacio.
-Por eso sirve mucho leer “Vibrando en la Naturaleza” más de una vez, así podremos comprender más -concluyó el Maestro.
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Resumen de la charla del Maestro Chao Piao Sheng durante la clase del 1º de junio de 2024. Prohibida su reproducción sin autorización del autor.
Desgrabación: Federico Winniczuk