Virtud

Jun 2nd, 2024 | By | Category: Charlas con el Maestro

―Quizá recuerden que en el año 2015 vinieron tres maestros desde Taiwán ―dijo el Maestro―. También había venido gente del Consulado de Taiwán. Ese día hicimos intercambio de técnicas de taichi chuan y tuei shou. Uno de esos maestros va a viajar mañana para Chubut, con el fin de hacer una demostración de taichi chuan junto con su grupo.

Cuando hicimos esa práctica conjunta en 2015, recuerdo que me preguntaron extrañados por qué no movíamos los brazos. Yo les expliqué que era porque hay que utilizar la técnica del cuerpo, lo que llamamos shen faa. Ellos vieron cómo hacíamos la forma de taichi chuan, qué tan completa era, y no quisieron mostrar su propia forma, porque los movimientos los hacen muy sueltos, no utilizan realmente la técnica de mover el cuerpo en conjunto.

A nosotros también nos invitaron para hacer esta demostración en el sur, pero yo siempre evito hacer esas competencias, porque si no es muy difícil realizar bien la práctica: solo hay que pensar en el propio control mental, en mejorar interiormente, no para competir.

Quiero comentarles otra cosa. ¿Saben por qué últimamente cambié la forma en que recitamos el mantra «nan mo a mi tuo foo», alargando más los sonidos? Es para que tenga mayor efecto, porque uno se va acostumbrando al mantra, y noté que muchos lo recitaban sin estar bien concentrados. Al tener que alargar los sonidos, la mente tiene que concentrarse nuevamente, y entonces el mantra es efectivo. Además, al recitar el mantra de forma más lenta, el sonido llega hasta el Universo, y la energía que se obtiene es mucho mejor.

Les quiero contar lo que vamos a ver hoy a la tarde en la Fundación Tzu Chi. Vamos a leer los aforismos, que ya están traducidos al español. Pero les voy a explicar cómo encontrar la esencia en cada uno de ellos, porque la traducción ayuda en parte, pero no alcanza para vislumbrar todo el sentido que se esconde detrás de los caracteres chinos. También voy a dar ejemplos para que comprendan todo mejor.

Ahora Angélica va a leerles un texto.


Virtud

Cuando no tengas dinero, dona tu arduo trabajo, y el dinero vendrá; a esto se lo llama «El cielo recompensa al diligente».

Cuando tengas dinero, dónaselo a la gente, y la gente vendrá; a esto se lo llama «No darle tanta importancia al dinero reunirá a la gente»

Cuando haya gente a tu alrededor, dónales tu amor, y tu proyecto llegará; a esto se lo llama «Con gran virtud se pueden abarcar todas las cosas».

Cuando tu proyecto haya tenido éxito, dona tu conocimiento, y la alegría llegará; a esto se lo llama «Virtud en el mundo».

¡Sólo con sacrificio, donando lo que tienes, podrás llegar a la virtud!

―¿Entienden el sentido de este texto?―preguntó el Maestro―. Cuando decimos «donar», no solo nos referimos a cosas materiales, como alimentos, ropa o dinero. También podemos donar una sonrisa, que se contagia entre los que la ven. O podemos donar amor.

Ahora Angélica va a leerles otro texto.


十八龍柱

La columna de los dieciocho dragones

Quiero contarles cómo la tumba de mi maestro, junto a una columna con dragones tallados, cambiaron mi vida y mi destino.

Cuando falleció mi maestro y trasladamos sus restos al cementerio para enterrarlo, vino un maestro de fong shuei, para analizar el entorno y ver la ubicación más conveniente. Ese maestro, habiendo observado que a cincuenta o sesenta metros de la tumba había un templo, y que frente a ese templo había una columna muy alta con dieciocho dragones, dijo que esto era muy auspicioso, y que en el futuro iba a ayudar a los discípulos. En ese momento, mis compañeros y yo lo escuchamos, pero no le dimos tanta importancia, porque no se sabía bien qué es lo que iba a ocurrir.

Sin embargo, dos años después, una madrugada de 1984, alrededor de las 4:30, la imagen de mi maestro se me apareció en un sueño. Esto ustedes ya lo saben porque lo conté varias veces, así que no lo voy a repetir ahora. Pero lo que quiero contarles es que cuando vine acá, empecé a practicar con mucha mayor profundidad taichi, pakua, hsing-yi y hsi suei kong. Me sentía muy inspirado, y cada día avanzaba más. Yo en ese momento tampoco lo podía creer, ya que sin pensar me salían los movimientos, todo se encadenaba a la perfección. Mi único pensamiento era que mi maestro me había dado su mensaje y que yo lo había aceptado y lo debía llevar a la práctica. En realidad, en los primeros años tampoco había entendido en su totalidad lo que ocurría: solo veía que yo había cambiado mucho, era como si fuera otra persona. Pero no sabía bien el porqué o el origen de esto. De todos modos, yo no me preocupaba por eso, solo estaba muy contento, y día a día me dedicaba a practicar y corregir las formas.

Diez años después, cuando ya había corregido los cuatro estilos internos, me di cuenta de que era mi maestro quien me había encomendado la tarea de corregir los detalles pequeños de todas las formas y técnicas. Eso me dio mucha alegría, porque comprendí que mi maestro, en silencio, estaba a mi lado ayudándome a lograr dicha tarea. Y luego, sin proponérmelo, utilicé la esencia de los cuatro estilos para crear la forma de chi kong. Todo me salía naturalmente: practicaba uno de los movimientos, y luego, sin esfuerzo, me salía el siguiente. Al principio hice los catorce movimientos, luego seguí avanzando, hasta que un día, a raíz de una pregunta de Gustavo, me di cuenta del valor de este chi kong, y del buen orden que había establecido para su práctica. Ahí sentí que mi maestro me había regalado un gran premio.

Así seguí practicando, hasta que un día pude entrar en la Naturaleza. Entré a un árbol con la mente, primero en el tronco, luego fui bajando hasta las raíces, siguiendo el recorrido de la savia, y seguí la energía que salía de las raíces, llegando al centro de la tierra, donde vi lo que me pareció ser como una gran fábrica de minerales. Es decir, donde se forman todos los metales y piedras preciosas. Luego, volviendo al árbol, inicié el recorrido hacia arriba, subiendo por las ramas y llegando a la copa más alta. Y ahí seguí hasta el espacio y todos los planetas, pudiendo conocer con mi mente todo el funcionamiento del Universo. Los científicos quieren algún día develar los secretos del Universo, pero con la mente esto es posible, aunque esto no puedo hablarlo con cualquier persona, porque muchos no lo entenderían ni lo aceptarían. Pero yo quiero enseñar a mis alumnos a aprender esto, para que sepan cómo hay que hacer para llegar a ese nivel de práctica.

Muchas veces me pregunté: ¿por qué mi maestro me eligió a mí y por qué me ayudó tanto? Ya les conté que fue por mi devoción y respeto hacia él y sus enseñanzas. Por eso él me cargó toda esta inspiración para encontrar los detalles pequeños y arreglar las formas, tarea que, como les dije, me llevó alrededor de diez años. Yo no puedo decir que hice estas correcciones solo, sino que mi maestro me acompañó con su inspiración. Siento que tengo mucha suerte, porque mi maestro me tuvo mucha confianza y me encargó esta tarea, dándome muchas cosas que yo antes no tenía. Yo estoy muy feliz con mi misión, y por eso también enseño de una forma muy diferente a como enseñan otros maestros: mi único objetivo es que mis discípulos aprendan bien y de verdad. El deseo de mi maestro era que las técnicas se pasaran a las generaciones futuras, y ese es también mi propio deseo. Creo que es muy difícil encontrar un sistema de técnicas tan completo como este, y es por eso que los invito a aprovechar esta oportunidad que tienen para que aprendan y practiquen cada día con más devoción.

―Cuando recuerdo esto ―dijo el Maestro― me emociono mucho, porque veo cuánta inspiración me dio mi maestro. Gracias a él pude entender tantas cosas. Él ya había corregido una vez todas las formas, pero no alcanzó el tiempo para hacer más correcciones. Por eso me pasó su inspiración para que yo encontrara los detalles pequeños. La gente que no entiende bien, piensa que yo cambié la forma. En realidad no es así: yo no cambié nada, porque la estructura es exactamente la misma, solo que agregué muchos detalles pequeños. Todos los que han practicado esta forma y ven cómo la hacemos nosotros, se quedan sorprendidos. Una vez Gustavo mostró la primera parte de la forma en Taiwán. Un maestro de taichi chuan, de muy avanzada edad, le preguntó dónde había aprendido ese estilo tan completo. Cuando le contestó que lo había aprendido en Argentina, no podía creer que en nuestro país se pudiera enseñar algo así. Por eso siempre les digo que deben aprovechar la oportunidad que tienen de aprender. Es cierto, en el mundo no hay un lugar donde enseñen así. Piensen que el origen del taichi chuan es China y Taiwán. En China, los comunistas cambiaron todo el estilo tradicional y enseñan cualquier cosa. Por eso lo más original se encuentra en Taiwán. Pero nuestro estilo es más original aún, porque gracias a la inspiración que me pasó mi maestro, llegamos a una forma más depurada. Yo he comparado lo que hacemos con lo que figura en los antiguos libros sobre taichi chuan, y veo que coinciden mucho. Eso es porque, con el correr del tiempo, se han ido perdiendo esos detalles pequeños. Lo que yo hice, con la ayuda de mi maestro, fue volver a encontrar todos esos detalles pequeños que estaban en las formas que enseñaban los antiguos maestros. Por eso, practiquen con mucha fe y paciencia y su vida va a cambiar radicalmente. Aprovechen esta gran afinidad que mi maestro y yo tenemos, y la que tenemos entre nosotros. En parte es el destino, pero en parte tenemos que poner de nuestro esfuerzo para generar lo que yo denomino «condición», es decir, la condición necesaria para que algo se pueda dar.

Les voy a contar algo. Tuve un paciente que un día vio que practicábamos chi kong, entonces quiso aprender él también, y practicó los catorce primeros movimientos. Un día vino al consultorio y me contó algo que le pasó, pero que no entendió bien su significado. Me dijo que estaba caminando por la calle, y que al pasar al lado de una señora muy mayor, mendiga, ella le dijo: «Walter, no te pierdas». A él le llamó mucho la atención, porque él no conocía a esta mujer, así que no sabía cómo ella podía saber su nombre. Entonces yo le dije: «Walter, yo muchas veces te dije que en tus vidas anteriores tenías muchas cosas buenas, que no debían perderse. Esa mujer en realidad no era una mendiga, sino una enviada para recordarte eso». Si uno solo quiere disfrutar de este mundo, sin practicar, pierde mucho su nivel. Yo al ver a este muchacho me di cuenta desde el principio de que en su vida anterior había alcanzado un muy alto nivel. Miren, cuando vine a la Argentina me di cuenta de que este país es un paraíso. Porque acá, sin luchar tanto, ya la gente puede vivir. En cambio, en Asia no es así. Allá, cuando era chico, no existían los domingos: había que trabajar siempre. Una vez llevé a un alumno a Taiwán para que conociera cómo es la vida allá. Cuando vio que muchas fábricas pequeñas exportaban tanto, no lo podía creer. Eso es porque allá sabemos bien cómo hay que trabajar, y por eso a la Argentina le cuesta tanto hacer competencia a otros. En Taiwán se trabaja bien y rápido.

Bueno, vamos a practicar taichi chuan, numerando los movimientos para que puedan practicar todos los detalles pequeños, sin saltear ninguno.


Resumen de la charla del Maestro Chao Piao Sheng durante la clase del 25 de mayo de 2024. Prohibida su reproducción sin autorización del autor.
Desgrabación: Andrés Coratella.

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